Salud mental

Unidad I

1.    Conceptos básicos, fundamentos    

1.1. Introducción:

Creemos que nadie se aventuraría, sobre todo en los tiempos que corren, a considerarse como mentalmente sano ni a afirmar estar total y plenamente equilibrado. Y es que, probablemente, lo que entendemos por salud sea algo fluctuante y de fronteras imprecisas más que un estado definido. ¿Cuántas veces hemos visto a una persona que aún a sabiendas de que padece una grave enfermedad emana felicidad y sosiego? Y viceversa, ¿Cuántas veces hemos visto también a un amigo, familiar o simplemente conocido, que teniendo casi todo cuanto se puede desear en la vida, y no padeciendo enfermedad alguna, vive intranquilo, duerme mal, está habitualmente malhumorado, en definitiva, no posee salud mental? ¿Pero qué es y cómo definir entonces la salud mental? Difícil cuestión nos planteamos. La propia Organización Mundial de la Salud, define la salud en general como «un estado de completo bienestar físico, psíquico y social y no solo como la ausencia de enfermedad». Vistas las cosas así, hay que preguntarse ¿Quién reúne todas estas condiciones? ¿Quién está realmente sano? Se puede por ejemplo, gozar de una espléndida salud física e incluso psíquica, pero vivir marginado por la sociedad sobre la base de criterios ideológicos, religiosos, culturales o de otra índole en cuyo caso la persona no podrá realizarse plenamente. O se puede estar verdaderamente integrado en el cuerpo social, pero presentar alteraciones somáticas o psíquicas que perturben nuestro ánimo y nos hagan desdichados.

La Salud Mental podría definirse en palabras de Menniger como: «la adaptación de los seres humanos al mundo y a los otros con el máximo de eficacia y de felicidad». Pero el asunto no queda ahí, ya que cada uno es más o menos feliz o infeliz, más o menos sano, en una sociedad concreta y en un tiempo determinado. Bastaría con que nos arrancaran de nuestra ciudad y nos trasplantaran a una zona agrícola para que se produjera un cierto desajuste, tanto más si tenemos que cambiar de país y de cultura como ocurre con los emigrantes. Por estas razones la Federación Mundial de Salud Mental (1962), añadió a la definición de la OMS la siguiente apostilla: «la salud mental sería el mejor estado posible dentro de las condiciones existentes», o lo que es lo mismo, aquella situación de bienestar psicofísico que puede tenerse dependiendo de las circunstancias que rodean al individuo en cada momento. Si ya resulta bastante problemático definir lo que es la Salud Mental, mucho más complicado va a ser si cabe determinar que es la Enfermedad Mental. En un intento de clarificar posturas vamos a hacer una aproximación a la enfermedad mental desde estos tres ángulos: el estadístico, el clínico y el social. Desde una perspectiva estadística se podría considerar psíquicamente normal todo aquel que se comporte y actúe como la mayoría de las personas de su entorno, entrando por tanto en el complejo y contradictorio mundo de sí lo sano es equivalente a la mayoría. Este criterio de normalidad es realmente poco útil ya que si lo aplicamos con rigor nos lleva a situaciones contradictorias, por ejemplo y siguiendo esta línea argumental, la gran frecuencia de todos conocida de la caries dental nos llevaría a considerarla normal y no una patología como realmente es. Desde otra perspectiva como es la clínico-médica, “un trastorno mental sería aquel comportamiento desadaptado que no llega a ningún resultado concreto, al menos aparentemente, que se aparta de la realidad y que está asociado generalmente a una pérdida de la libertad del sujeto que lo padece”. En los momentos actuales y desde esta misma perspectiva médico-biológica, podríamos añadir que los trastornos mentales serían aquellas situaciones incluidas y reflejadas en las clasificaciones internacionales, básicamente el llamado DSM-IV de la Asociación Psiquiátrica Americana y la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE ) de la OMS. Desde un punto de vista social, la enfermedad mental dependería fundamentalmente de la capacidad de ajuste e integración de un individuo a su entorno, de tal manera que todo aquel que presentara dificultades en este sentido padecería un trastorno o una alteración mental. Sería el caso de las personas que no rinden en un trabajo, que no se realizan en una familia, que marchan solitarias por la vida, que rozan con las normas y convenciones sociales, etc. Naturalmente este criterio de salud y enfermedad es muy relativo y va a depender del grado de tolerancia y desarrollo de cada sociedad, de tal forma y a modo de ejemplo, para una sociedad industrializada una esquizofrenia es una grave enfermedad mental, mientras que este mismo trastorno en una sociedad primitiva podría colocar al individuo en una situación de privilegio y convertirle en el hechicero de la tribu. Esta perspectiva social de las enfermedades mentales presenta además un riesgo importante añadido al convertirse la enfermedad en una etiqueta social que de alguna manera impondría la clase dominante y que le podría servir para aumentar su control sobre la misma sociedad

 

1.2. Definición de Salud y Enfermedad

¿Qué es la salud?: No es fácil explicar qué es la salud. Para la OMS es un estado de  bienestar físico, psíquico y social. La definición es muy bella pero poco operativa. Según esas ideas casi nadie está sano: aquí hay problemas económicos, ahí están en paro, allí ha fallecido un familiar. Podría explicarse usando una definición negativa: decir que la salud es la ausencia de la enfermedad.

 

¿Qué es la enfermedad?: Podemos explicarla en base a  criterios estadísticos. La enfermedad es lo que no es normal, lo que se sale de la norma. Los más altos o los más bajos serían los enfermos: los gigantes o los enanos. La solución no es fácil: primero debemos aclarar cuál es el límite para considerar gigante o enano. Gigante es el que mide 2 m  30 cm  ? Por otra parte lo más frecuente, lo normal no siempre coincide con la salud. En nuestra sociedad hay personas sin caries y otras con varias. Si lo más habitual es tener 3 caries, ¿sería eso lo más sano?

 

1.3. Introducción a las enfermedades mentales, mitos y creencias. Estereotipos sobre la enfermedad.

Hablar de la mente y de la enfermedad mental, se vuelve un problema actual en la sociedad. Si bien, algunas personas empiezan a aceptar con mayor consciencia y entendimiento estas patologías, hay muchas que se rehúsan a escucharlas, o a informarse acerca del tema.

La razón es simple: en la sociedad, hay un estigma y prejuicio acerca de la enfermedad mental.

Se acepta como natural e incluso peligroso cualquier daño físico, pero cualquier otro problema relacionado con lo psicológico o emocional, es considerado “locura”, e incluso para muchos, genera tanto temor que los lleva al distanciamiento.

Los conceptos acerca de la enfermedad mental fueron evolucionando, creando diferentes creencias y mitos a lo largo del tiempo, llevando siempre a un distanciamiento por parte de la sociedad, por temor e ignorancia.

Hoy en día, si bien muchas de estas creencias fueron derribadas, y gracias a la ciencia y el avance médico, se pudo concientizar más a la población, aún nos falta mucho por conocer.

Este prejuicio y discriminación que la sociedad crea alrededor de la enfermedad mental, lleva en el peor de los casos a la marginación social, como así también a la denigración del sufriente, sintiéndose herido y avergonzado, de manera tal, que es incapaz de pedir ayuda por miedo al rechazo o a la burla.

No solo los que padecen trastornos mentales son vistos de forma diferente, sino también sus familias, quienes muchas veces ocultan el problema por temor al qué dirán.

Esta conducta es muy grave, ya que la persona que padece la problemática, se siente juzgada y herida por su núcleo más cercano; y eso agrava la situación.

Además, los prejuicios en muchos casos afectan al enfermo hasta el punto que los asume como verdaderos y pierde la confianza en su recuperación y en la capacidad de poder llevar una vida normal.

Se terminan todos estos juicios negativos instalando en la persona, que asume esas actitudes marginadoras y se autodiscrimina; se generan así reacciones emocionales negativas, disminución de la autoestima.

Ello le puede llevar a fracasar en su tratamiento, e ingresar en un círculo de negatividad que le impide seguir adelante, y le quita la motivación por sanarse o mejorar.

 

¿Qué debemos hacer para poder disminuir la discriminación y el estigma social respecto a la enfermedad mental?

Educar: El conocimiento acerca del tema permite que se derriben mitos y estereotipos. Informar no solo de los trastornos mentales sino también de los efectos perjudiciales que produce el estigma.

A partir de esta posición, intentar cambiar el lenguaje cotidiano y corriente que las personas usan, como el de “locura” o “demente”, para que se reduzcan los estereotipos y los sentimientos de inferioridad y desigualdad que generan.

No tengamos miedo de hablar de las enfermedades mentales. Intercambiar experiencias e incluso vivencias propias con otras personas, abriéndose desde la más profunda sinceridad, permite que los demás puedan adentrarse en el tema, y sentir realmente cuánto sufrimiento genera.

No dejemos que el miedo o la vergüenza  impidan avanzar hacia el bienestar. Porque la creencia popular de que es más fuerte quien no sufre, es errónea.

Ser fuerte no es no tener problemas, sino que, pese a los problemas, tener el coraje de buscar ayuda, enfrentarlos, aceptando la crisis como parte de la vida y saliendo adelante, con el temor que eso implica.

Como seres humanos, tenemos cualidades y dotes, pero también carencias, y aspectos negativos.

Somos un blanco y un negro, y entre esa mezcla de colores somos quienes somos. Esa es nuestra naturaleza, es lo que nos vuelve auténticos.

Porque no hay nadie en este mundo igual a nosotros. Y eso debemos aceptarlo y respetarlo: unirnos a partir de nuestras diferencias y dificultades, para enfrentar juntos los problemas que nos aquejan y ayudarnos a vivir de una mejor manera.

 

Referencias Bibliografía

1.       Principios para la protección de los enfermos ment A.G. res. 46/119, 46 U.N. GAOR Supp. (No. 49) p. 189, ONU Doc. A/46/49 (1991). http://hrlibrary.umn.edu/instree/spanish/st2p ppmif.html

2.       ↑ Saltar a:a b c Sadock, Benjamin J.; Sadock, Virginia A. (2002). Kaplan and Sadock's Synopsis of Psychiatry: Behavioral Sciences/Clinical Psychiatry (en inglés) (9ª edición). Lippincott Williams & Wilkins. ISBN 0-7817-3183-6.

3.        Carlson, Neil R.; Heth, C.D. (2007). Psychology the science of behaviour (4ª edición). Pearson Education Inc. ISBN 0-205-64524-0.

4.        Lewis, A.J. (1934). «Melancholia: A Historical Review». Journal of Mental Science (en inglés) 80 (328): 1-42. doi:10.1192/bjp.80.328.1.

5.        Berrios, G. E. (1985). «The Psychopathology of Affectivity: Conceptual and Historical Aspects». Psychological Medicine (en inglés) 15 (4): 745-758. PMID 3909185doi:10.1017/S0033291700004980.

6.        Bauer, M.; Pfenning, A. (2005). «Epidemiology of Bipolar Disorders». Epilepsia (en inglés) (46(s4)): 8-13.

7.        Pfuntner, A.; Wier, L.M.; Stocks, C. (septiembre de 2013). «Most Frequent Conditions in U.S. Hospitals 2011». HCUP Statistical Brief (en inglés) (Rockville, MD.: Agency for Healthcare Research and Quality) (162).

8.       Fuente: Clínica y Salud, 2007, vol. 18 n.° 3 - Págs. 259-285. ISSN: 1135-0806

9.        Capítulo V de la CIE-10: Trastornos mentales y del comportamiento. Organización Mundial de la Salud. 1993.